miércoles, 30 de mayo de 2007

meme 123 mutado [por fin]

dijo control_zape

El meme ya mutado consiste en escoger un libro
leído recientemente y transcribir el pasaje que se considere más interesante (el
meme original consistía en copiar la página 123 y eso pues estaba del
nabo).


después de mucho tiempo sin poderme sentar a pensarlo, por fin concluí que este extracto de solaris [stanislav lem] es el que me gusta para cumplir con mi meme 123 mutado. anda por ahí de las páginas 16 y 17.

Muchos hombres de ciencia, en cambio, sobre todo entre los jóvenes,
llegaron insensiblemente a considerar el "asunto Solaris" como piedra de
toque de los valores del individuo. "Mirándolo bien —decían—, lo que aquí
se discute no es sólo la investigación sola-rista; se trata esencialmente de
nosotros, de los límites del conocimiento humano
."
Durante algún tiempo prevaleció la opinión (difundida con celo por la
prensa cotidiana),, de que el "océano pensante" de Solaris era un cerebro
gigantesco, prodigiosamente desarrollado, que le llevaba varios siglos de
ventaja a nuestra propia civilización; una especie de "yogui cósmico", un
sabio, una manifestación de la omnisciencia, que mucho tiempo atrás había
comprendido la vanidad de toda actividad, y que por esta razón se
encerraba desde entonces en un silencio inquebrantable. La opinión era
errónea, pues el océano viviente actuaba; no, claro está, de acuerdo con las
nociones de los hombres; no edificaba ciudades ni puentes, no construía
máquinas volantes; no intentaba abolir las distancias ni se preocupaba
por la conquista del espacio (criterio decisivo, según algunos, de la
superioridad incontestable del hombre). El océano se entregaba a
transformaciones innumerables, a una "autometamorfosis ontológica".
(¡La jerga espe-cializada no falta en la descripción de las actividades
solaristas!) Por otra parte, todo hombre de ciencia que se dedique al
estudio de la Solariana tiene la indeleble impresión de percibir los
fragmentos de una construcción inteligente, genial acaso, mezclados sin
orden con producciones absurdas, aparentemente engendradas por el
delirio. Así nació, en oposición a la concepción "océano-yogui", la idea del
"océano-autista".
Dichas hipótesis exhumaron uno de los más antiguos problemas
filosóficos: las relaciones entre la materia y el espíritu, entre el espíritu y la
conciencia. Du Haart no carecía de audacia cuando sostuvo, por primera
vez, que el océano estaba dotado de conciencia. El problema, que los
metodólogos se apresuraron a declarar metafísico, alimentó no pocas discusiones
y polémicas. ¿Era posible que el pensamiento estuviese privado de
conciencia? Por lo demás ¿se podía dar el nombre de pensamiento a los
procesos observados en el océano? ¿Una montaña es acaso un guijarro
enorme? ¿Un planeta es por ventura una montaña gigantesca? Uno
seguía teniendo la libertad de elegir su terminología, pero la nueva escala
de magnitudes introducía normas y fenómenos nuevos.
La cuestión se planteaba como una trasposición contemporánea del
problema de la cuadratura del círculo. Todo pensador "independiente se
esforzó por introducir su aporte personal en el tesoro de los estudios solaristas.
Las nuevas teorías proliferaban: el océano estaba pasando por un
estado de degeneración, de regresión, una fase de "plenitud intelectual";
era luego de un neoplasma divagante, nacido del cuerpo de los habitantes
anteriores del planeta, un planeta que los había devorado, engullido a
todos, y cuyos residuos había fundido bajo esa forma eterna,
autorreproducible, de estructura supracelular.
algo que me encantó de este libro [pero por cuestiones de tiempo no pude buscar a conciencia] fue el planteamiento del problema del nombre, o algo así. pues el autor, en voz de kris kelvin, plantea lo complicado que es definir algo no humano a partir de términos humanos. las simetriadas se parecen a un jardín, un árbol...mas "se parecen" porque es la limitación que, nosotros como humanos que observamos algo de una relidad diferente a la que conocemos, tenemos para definirlos.
y se lo paso a pocas personas, pues creo que todo el mundo ya lo contestó

martes, 15 de mayo de 2007

un pixel color carne...

[para fer...gracias por dejarme compartir esta experiencia]

a eso quedó reducido mi cuerpo desnudo sobre la plancha del zócalo. irreconocible en el extreme long shot de mr. spencer tunick, captado por accidente en una toma en la que no me reconozco aunque la evidencia dice que soy yo.

más allá de las tres horas previas de sueño, el caos para estacionarme y un dolor de pantorrilla que me hizo cojear todo el trayecto, o la fila interminable y el miedo a quedarme sola [que se dispersó en cuanto fernando llegó a darme un coscorrón en la penumbra de madero], o la incertidumbre de no ver avanzar la fila, los chistes locales y el "corresponsal" de tv azteca que, sin sacarse la papa de la boca entrevistaba, narraba y enfocaba a la gente que iba desde lo nerviosa-disfrazado-en-dicharachero, hasta inseguro-disfrazado-en.indiferente.

la fila, interminable, inamovible...y de repente, correr y pasar entre los rechazados por no haberse inscrito a tiempo, o la mami superbuena con dos neuronas, que con la excusa estúpida de "sí me inscribí pero olvidé el papel en mi casa" pretendía entrar, cosa que no supe si logró.

pasando el retén empezaba la magia. es asombroso cómo el hecho de desprenderse de la ropa implica desprenderse de muchas otras ataduras.

al entregar la hojita que garantizaba la presencia en la instalación vi a muchos brincar y gritar de alegría. en las horas que estuvimos esperando se respiraba la felicidad de miles de proto-desnudos que ansiábamos oir el fuera ropa. en un momento empecé a sentir nervios, al ver a la gente que estaba junto a mí y pensar que me iba a desnudar frente a ellos me tomó por sorpresa un leve pánico escénico. desde el momento en que me inscribí no había pensado mucho en el hecho de que me tenía que quitar la ropa. finalmente la anti-emoción pasó.

me hubiera gustado poder escuchar lo que tunick nos estaba diciendo, aunque finalmente no era tan importante, sólo había que seguir a la manada. tristemente yo no pude gritar ni goyas ni huelums...fernando y yo nos miramos con cara de decepción, pues nuestra universidad ni porra tiene [pero cobran como si las vaqueritas de dallas la hubieran hecho]

llegó la hora. dieciocho mil cuerpos desnudos colorean la plancha del zócalo, intentando calentarse a fuerza de tiritar. mis dientes castañeaban como crótalos, pero a fuerza de una carrerita y unos cuantos brincos empecé a calentarme. muchos se apretaban en sí mismos, quizá con miedo de intervenir el espacio personal del de al lado al estirarse, o por pudor de dejar sus carnes moverse.

las tomas fueron momentos muy confusos y en cierto modo estresantes. hubo un desmayado, una corretiza a un fisgón que estaba tomando fotos, gritos, órdenes medio entendidas, miradas confusas...finalmente llegó la orden de acostarse, la única que entendimos quienes estábamos a punto de meternos al metro. el hecho de tener mi parte posterior denuda sobre el piso del zócalo fue realmente desagradable, considerando lo que pasa por ahí en un día. afortunadamente no pasó a mayores.

la "pose incómoda". yo no me quejo, de hecho esa posición la uso para descansar, pero el hecho de ver el esfínter del desconocido de enfrente fue algo para lo que no estaba preparada. sólo esperaba que fer no levantara la cabeza y viera el mío.

luego de eso, caminar sobre 20 de noviembre. en ese momento pensé que tal vez hubiera sido buena idea llevarme las punteras de danza, y me di cuenta de la magnitud de la concentración. parecía no avanzar pero de alguna manera terminé parada más allá de la parisina. en ese momento, la desnudez se sentía como lo más natural y correcto del mundo. cuerpos hermosos, horribles, normales, deformes...todos eran igualmente invisibles.

entre tanta gente desnuda, noté a uno que otro chico guapo. fue curioso que, a pesar de tenerlos libres para mi contemplación y regodeo, no volteara a ver mas que la cara, el torso, los brazos...quizá por pudor autoimpuesto, o porque realmente de la cintura para abajo no importa tanto.

caminando de regreso al zócalo, me fui junto con las mujeres aunque no sabía que se realizaría una toma exclusivamente con nosotras. desorganización, de nuevo, tunick un poco alterado. nos colocamos como entendimos y de repente, veo sobre mi hombro y noto una cantidad impresionante de personas vestidas que se acercan a la zona de la toma. me dio mucho miedo, pensé que era la gente que llegaba a hacer sus trajines cotidianos en el centro, y súbitamente me sentí vulnerable. todas comenzamos a sentirnos incómodas. algunas gritaban YA! finalmente pasó el momento y quedamos libres para irnos a vestir. una chica con el pelo teñido de rojo fuego dijo: "pues ya que salió el sol, vamos a broncearnos" mientras otras corrían a saludar a tunick.

atravesé sola, desnuda y despeinada toda la plancha del zócalo, de esquina a esquina, para regresar a cobijar mi cuerpo. en el trayecto me encontré con chicos que, ya vestidos, corrían a darle su ropa de regreso a sus compañeras. otros, sentados en el piso observaban a quienes desnudas caminábamos entre ellos. no vi cámaras ni celulares agrediendo mi desnudez, y de haber sido así, seguro les hubiera sonreido y pedido que me mandaran la foto.

de vuelta a mi montón de ropa, ya no reconocía a quienes me rodeaban. todos parecíamos ajenos de nuevo, ya no una masa variopinta de animales lampiños, sino individuos con sudaderas de pearl jam, playeras de spider man, tanguitas de zara, jeans del mercado. lo único que compartíamos era el agradable sabor de boca, el placer de haber caminado desnudos frente a la catedral y ahora, vestidos de nuevo, volvíamos con la experiencia a cuestas, listos para lavarnos la suciedad del centro de nuestras pieles y volver a los tabúes y elucubraciones sexuales que se despiertan al mirar un escote.