viernes, 13 de abril de 2007

sobrellevar el dolor



h.o.f.t., la rata maravilla, dejó de alegrar mi vida el domingo 8 de abril. para todos aquellos que ha tenido mascotas, saben que esto es muy doloroso, pues el cariño que se desarrolla por estos animales puede superar incluso el que se tiene por otros humanos. era como un hijo para mí, y obviamente el dolor fue muy grande al enterarme que ya no nos volveríamos a ver, ni lo volvería a abrazar o a tomarle fotografías.
estuve muy triste, fueron días en que no podía dejar de llorar y recibir condolencias. casi todas incluyendo "ya le tocaba", "dios así lo quiso", "está en un lugar mejor" y "todos los perros se van al cielo".
siendo atea, esas cosas no me consuelan. no "le tocaba", murió por un accidente del que se pudo haber salvado si hubiera recibido la atención a tiempo [pero estaban en la iglesia, o sea que ni se enteraron]. no está en "un lugar mejor", a menos que estar bajo la tierra siendo comido por gusanos sea mejor que estar en mi cocina atascándose de jamón. no se fue al cielo ni así lo quiso dios porque no tengo prueba de que existan.
si algo me impresiona de los creyentes es precisamente ese consuelo, de una vida eterna luego de la muerte, donde sus mascotas infantiles y los abuelos se reencontrarán y vivirán felices. pero yo no soy creyente y tengo que afrontar la pérdida sin la esperanza de irme al cielo con él.
¿cómo sobrellevar el dolor sin el consuelo de la fe? creo que mi única opción es la resignación ante lo irremediable. dejar que el impacto inicial deje de doler, llorar todo lo que tenga que llorar, aceptar que no puedo hacer nada para remediarlo y que, por frío que suene, la vida sigue y tengo que seguir con ella. evetualmente lo tendré que superar, y aunque siga extrañando y recordando, la certeza de que se fue y no lo volveré a ver es la única que tengo.
en mis memorias siempre estará mi cachorro que jugaba con los envases de coca cola, el que una vez se comió unos zapatos, una estola de piel de mi mamá y una cajetilla de camel que sacó de mi mochila. el perrito que me recibía alegremente al llegar del trabajo y me exigía sacarlo a pasear. el glotón que no dejaba de pedir cena a cuanta persona pasara por la cocina. el celoso que mordía a mis amigos cuando se acercaban demasiado a mí. el dormilón que me gruñía desde abajo de las cobijas cuando prendía la luz al despertarme por a mañana.
es triste pensar que el animal que me dio tanta alegría y cariño se encuentre pudriéndose en un hoyo en la tierra, y no comiendo galletas celestiales y mordiendo nubes. es triste, pero es lo que es y lo mejor es aceptarlo así. algún día yo también me pudriré.

6 comentarios:

Unknown dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Unknown dijo...

NOTA: Mensaje editado porque la regué en el segundo párrafo. Sorry!

Hola. Entiendo por lo que estás pasando. Y también entiendo el sentimiento cuando la gente te lanza comentarios supuestamente reconfortantes con religión implícita. ¿Cómo decirles que su dios no existe y que es sólo una idea en sus mentes para no sentirse solos?

Lo único que te va a matar la tristeza es un poco de tiempo y tener siempre un buen recuerdo de tu mascota.

Espero que estés bien pronto. Te mando un abrazo.

Anónimo dijo...

Te felicito Illgirl, tu forma de escribir es excelente!!!

Adelante

Moravec

Love Sucks dijo...

yo fui una de esas personas a las que mordió y debo reconocer que no me agradaba por eso, pero después de pasar juntos algunos días en Cuautla creo que empezamos a aceptarnos. cuando supe la noticia juro que el corazón se me detuvo por un momento. sé lo que significa para ti, porque siempre lo hará aunque ya no esté, y porque también sé lo que es perder a un integrante de la familia, no tanto a una mascota.

h.o.f.t. perrito
en nuestra memoria estarás siempre.

G.

illgirl dijo...

gracias a todos por sus comentarios y simpatías.

mi perrito está en mi corazón y en mis sueños, y pronto dejará de estar en mis lágrimas (espero)

Antonio dijo...

Bueno, a mí mis padres me vacunaron contra la tristeza por la pérdida de mascotas. Varias veces nos quitaron los perritos porque ensuciaban la casa y en una ocasión nos regalaron unos conejos a los que mis hermanas y yo alimentábamos y cuidábamos hasta que un día se los llevaron para la barbacoa del cumpleaños de mi papá. De adulto nunca he querido tener mascotas. He preferido tener amigos

Un Abrazo