jueves, 7 de junio de 2007

discusiones bizantinas...el pasado vuelve a mí

hace mucho tenía ganas de postear esto, una conversación vía correo electrónico, sostenida hace un par de años con uno de mis mejores amigos, en una época donde mi cerebro aún funcionaba como una máquina de sueños y discusiones absurdas pero deliciosas. espero que esos días sólo hayan tomado vacaciones.

creo que discutíamos sobre la fe. no recuerdo qué le dije yo, pero esta es su respuesta

From: E. Calderón
To: vatna jökull
Sent: Friday, 4 March, 2005 1:23:17 PM
Subject: sly

Es una discusión muy larga esta de la fe. Cualquier afirmación que pueda hacer, como siempre, será provisional y tendrá un carácter experimental. No hay algo así como un enunciado definitivo acerca de nada, tal vez sólo el que afirma la contingencia. Me gustaría empezar citando a Pessoa, el gran poeta dice: “Nací en una época en que los hombres dejaron de creer en Dios por las mismas razones por las que empezaron a creer en él, esto es, sin saber por qué.” Tal es la incertidumbre que permea nuestro discurso acerca de la fe.
Esa acepción más clásica de fe supongo que es la derivada de la tradición judeo-cristiana que insiste en una conciencia que sobrepasa a la nuestra en todos sus atributos, y de la que las historias de nuestras vidas depende. Con base en eso, tener fe significa tener la creencia, no constatable en la inmediatez, de que esa conciencia influirá en la trama particular de la manera más deseable para nosotros. Por supuesto, la relación de esa conciencia con nosotros opera bajo un mecanismo de coerción, de compensación.
“Si yo hago tal o cual sacrificio, tengo fe en que me será concedida tal o cual cosa.” De manera que, ‘fe’ en su sentido más clásico se cifra en una relación infantil, sin que esto sea peyorativo, si el niño se porta bien, puede estar seguro (“tener fe”) de recibir su dulce al final del día. Si se porta mal, la ira del padre [eterno] no dudará en ser ejercida con toda su fuerza. Desde esta interpretación de fe, entre otras consecuencias, el concepto de libertad queda seriamente coartado. El ser humano no encuentra sentido más que de una instancia trascendente a la que se encuentra subyugado. El presupuesto erróneo de esta interpretación es, como lo señalo arriba, que tal instancia trascendente tenga los mismos atributos que nuestra conciencia aunque estos sean infinitamente superiores cualitativamente. A ese tipo de fe yo reprocharía el hecho de creer en un Dios demasiado humanizado, que además tiene un poder inexplicable de redención. ¿Redención de que?

Ahora salto a otro asunto. El de fe y razón. Definitivamente ésta no se me hace una dicotomía sostenible, esto es, uno y otro término no se oponen excluyéndose. El problema está ¡previsiblemente! en qué se entiende por ‘razón’. Démosle una definición momentánea, supongamos que es una facultad de la conciencia por la que ordena y orienta su experiencia en el mundo. Hasta aquí fe y razón no se opondrían. Puedo, por medio de la razón, orientar mi acción en términos de ‘fe’ en una instancia trascendente. Puedo incluso tener demasiada ‘fe’ en la ‘razón’ y sus capacidades donadoras de significatividad. Un autor clásico como Kant, incluso se atrevió a hablar de algo como ‘fe racional’, entendiendo esto como la forma en que un ser humano se dirige bajo las leyes dictadas por su razón, pero que necesita una instancia divina como ideal regulativo para que se cierre el círculo de sentido [existencial si se quiere llamar así]. Nietzsche sospechará después de la que excesiva ‘fe en la razón’ como una dimensión fundamentada y fundamentadora de todo lo existente. De aquí podemos entrever que ‘fe’ puede entenderse como una creencia injustificada en la existencia de ‘algo’ , trascendente (Dios) o inmanente (razón) que sea un único centro donador de sentido. Me gustaría poder decir que también se entreve la no oposición entre fe y razón. El ejercicio de la razón es un acto de fe que cree demasiado en sí misma, así como un acto de fe encuentra su ‘razón’ de ser, su modo de operar, en el mecanismo que he señalado anteriormente.

Primera conclusión PROVISIONAL de la discusión:

(1) No tengo fe en nada, porque no puedo sostener la creencia en un único centro donador de sentido de toda la existencia que influya directamente en la trama de mi vida, llámese Dios, llámese razón, llámese inconsciente, etc.
(2) No hay contraposición sostenible entre fe y razón, pues el mecanismo que subyace a estos dos movimientos de la conciencia es el mismo.
(3) Uno puede ser ateo -caulquier cosa que eso signifique, detesto el término- y operar bajo las normas de la fe.
(4) Tal vez. Sólo tal vez, un término que se podría oponer a 'fe' sería 'escepticismo'

3 comentarios:

Pereque dijo...

Salman Rushdie en Los versos satánicos llega a la misma conclusión 4. Creo poder citar el pasaje de memoria:

Pregunta: ¿Qué es lo contrario de la fe?
No es la incredulidad. Es demasiado definitiva. En sí misma es una forma de creencia.
La duda.
Eso en la condición humana, ¿y en la angélica?


Lo último no aporta nada pero se lee bonito.

Saludos.

Gilberto dijo...

Hola preciosa,
tiempo sin comunicarnos ¿eh?, pues yo opino que la fe no tiene contrario:se necesita para afirmar o negar con contundencia y sin fundamento razonable. En fin, da para una larga discusión entre escepticos, agnósticos y gnósticos...
A propo, hoy fue la rodada ciclista nudista, y creo que no te vi por ahí, seguramente estabas en la danza, así que tomé unas fotos que subí a mi blog, a ver qué te parecen...
Un beso

TheJab dijo...

Si el escepticismo se define como la 'desconfianza o duda de la verdad o eficacia de algo', entonces su contrario, su opuesto ha de ser la 'confianza...'

Según el buscón de la RAE, la fe también es 'confianza, buen concepto que se tiene de alguien o de algo'

Al menos por definición encontramos que en efecto, fe y escepticismo son opuestos...

¡Fiat Lux!