martes, 15 de mayo de 2007

un pixel color carne...

[para fer...gracias por dejarme compartir esta experiencia]

a eso quedó reducido mi cuerpo desnudo sobre la plancha del zócalo. irreconocible en el extreme long shot de mr. spencer tunick, captado por accidente en una toma en la que no me reconozco aunque la evidencia dice que soy yo.

más allá de las tres horas previas de sueño, el caos para estacionarme y un dolor de pantorrilla que me hizo cojear todo el trayecto, o la fila interminable y el miedo a quedarme sola [que se dispersó en cuanto fernando llegó a darme un coscorrón en la penumbra de madero], o la incertidumbre de no ver avanzar la fila, los chistes locales y el "corresponsal" de tv azteca que, sin sacarse la papa de la boca entrevistaba, narraba y enfocaba a la gente que iba desde lo nerviosa-disfrazado-en-dicharachero, hasta inseguro-disfrazado-en.indiferente.

la fila, interminable, inamovible...y de repente, correr y pasar entre los rechazados por no haberse inscrito a tiempo, o la mami superbuena con dos neuronas, que con la excusa estúpida de "sí me inscribí pero olvidé el papel en mi casa" pretendía entrar, cosa que no supe si logró.

pasando el retén empezaba la magia. es asombroso cómo el hecho de desprenderse de la ropa implica desprenderse de muchas otras ataduras.

al entregar la hojita que garantizaba la presencia en la instalación vi a muchos brincar y gritar de alegría. en las horas que estuvimos esperando se respiraba la felicidad de miles de proto-desnudos que ansiábamos oir el fuera ropa. en un momento empecé a sentir nervios, al ver a la gente que estaba junto a mí y pensar que me iba a desnudar frente a ellos me tomó por sorpresa un leve pánico escénico. desde el momento en que me inscribí no había pensado mucho en el hecho de que me tenía que quitar la ropa. finalmente la anti-emoción pasó.

me hubiera gustado poder escuchar lo que tunick nos estaba diciendo, aunque finalmente no era tan importante, sólo había que seguir a la manada. tristemente yo no pude gritar ni goyas ni huelums...fernando y yo nos miramos con cara de decepción, pues nuestra universidad ni porra tiene [pero cobran como si las vaqueritas de dallas la hubieran hecho]

llegó la hora. dieciocho mil cuerpos desnudos colorean la plancha del zócalo, intentando calentarse a fuerza de tiritar. mis dientes castañeaban como crótalos, pero a fuerza de una carrerita y unos cuantos brincos empecé a calentarme. muchos se apretaban en sí mismos, quizá con miedo de intervenir el espacio personal del de al lado al estirarse, o por pudor de dejar sus carnes moverse.

las tomas fueron momentos muy confusos y en cierto modo estresantes. hubo un desmayado, una corretiza a un fisgón que estaba tomando fotos, gritos, órdenes medio entendidas, miradas confusas...finalmente llegó la orden de acostarse, la única que entendimos quienes estábamos a punto de meternos al metro. el hecho de tener mi parte posterior denuda sobre el piso del zócalo fue realmente desagradable, considerando lo que pasa por ahí en un día. afortunadamente no pasó a mayores.

la "pose incómoda". yo no me quejo, de hecho esa posición la uso para descansar, pero el hecho de ver el esfínter del desconocido de enfrente fue algo para lo que no estaba preparada. sólo esperaba que fer no levantara la cabeza y viera el mío.

luego de eso, caminar sobre 20 de noviembre. en ese momento pensé que tal vez hubiera sido buena idea llevarme las punteras de danza, y me di cuenta de la magnitud de la concentración. parecía no avanzar pero de alguna manera terminé parada más allá de la parisina. en ese momento, la desnudez se sentía como lo más natural y correcto del mundo. cuerpos hermosos, horribles, normales, deformes...todos eran igualmente invisibles.

entre tanta gente desnuda, noté a uno que otro chico guapo. fue curioso que, a pesar de tenerlos libres para mi contemplación y regodeo, no volteara a ver mas que la cara, el torso, los brazos...quizá por pudor autoimpuesto, o porque realmente de la cintura para abajo no importa tanto.

caminando de regreso al zócalo, me fui junto con las mujeres aunque no sabía que se realizaría una toma exclusivamente con nosotras. desorganización, de nuevo, tunick un poco alterado. nos colocamos como entendimos y de repente, veo sobre mi hombro y noto una cantidad impresionante de personas vestidas que se acercan a la zona de la toma. me dio mucho miedo, pensé que era la gente que llegaba a hacer sus trajines cotidianos en el centro, y súbitamente me sentí vulnerable. todas comenzamos a sentirnos incómodas. algunas gritaban YA! finalmente pasó el momento y quedamos libres para irnos a vestir. una chica con el pelo teñido de rojo fuego dijo: "pues ya que salió el sol, vamos a broncearnos" mientras otras corrían a saludar a tunick.

atravesé sola, desnuda y despeinada toda la plancha del zócalo, de esquina a esquina, para regresar a cobijar mi cuerpo. en el trayecto me encontré con chicos que, ya vestidos, corrían a darle su ropa de regreso a sus compañeras. otros, sentados en el piso observaban a quienes desnudas caminábamos entre ellos. no vi cámaras ni celulares agrediendo mi desnudez, y de haber sido así, seguro les hubiera sonreido y pedido que me mandaran la foto.

de vuelta a mi montón de ropa, ya no reconocía a quienes me rodeaban. todos parecíamos ajenos de nuevo, ya no una masa variopinta de animales lampiños, sino individuos con sudaderas de pearl jam, playeras de spider man, tanguitas de zara, jeans del mercado. lo único que compartíamos era el agradable sabor de boca, el placer de haber caminado desnudos frente a la catedral y ahora, vestidos de nuevo, volvíamos con la experiencia a cuestas, listos para lavarnos la suciedad del centro de nuestras pieles y volver a los tabúes y elucubraciones sexuales que se despiertan al mirar un escote.

3 comentarios:

Gilberto dijo...

Me gustó la narración de tu experiencia, ¿de que universidad eres?.
Ahora que lo pienso, me lo recordó tu narración, un hecho molesto si fue sentir la suciedad del piso en la desnudez del cuerpo; recuerdo que al ver las espaldas y las nalgas de quienes estaban a mi lado hice conciencia de la sensación terrosa de las propias y comencé a tratar de sacudirme; laguien me ofreció ayuda, medio en serio, medio en broma, nos ganó la risa, y vino la siguiente posición. A mi también me relaja, pero como tardaba la indicación de terminar la postura, aproveché para mirar hacia atrás ente mis piernas, y ví muchas caras levantadas, risas nerviosas, y gente que se levantaba para gritar a los demás, ¡ya estense quietos que así no puede tomar la foto!, sin darse cuenta que al levantarse a gritar contribuían a la espera de quietud.
Gracias por el regalo de tu experiencia; ya ganaste un lector, y eventualmente un escucha.
Nos vemos en la rodada del 9 de junio.
Un beso

illgirl dijo...

sí...pues eso fue lo que dio ñáñaras, más que nuestros compañeros encuerados con cámaras, que llegaran los castísimos curas de la catedral

y a gilberto:
soy de la anáhuac :S
lo de la sacudida de la tierra fue para mí incluso más incómodo que la pose fetal. me la sacudí como pude por pena de pedirle a fer que me ayudara, no sé qué reacción habría tenido el contacto en la desnudez

Antonio dijo...

Pues felicidades. Creo que es una experiencia única.

Un Abrazo